La concentración de CO2 en la atmósfera en mayo batió el máximo registrado: los gases retuvieron en 2021 un 49% más calor que en 1990 y los océanos absorbieron más radiación solar que nunca
— La próxima vez
que los científicos evalúen el cambio climático, la suerte estará echada
Aunque el gráfico que más atención acapara desde hace meses
es la curva ascendente del precio de los carburantes, al cerrarse mayo otra
estadística planetaria marcó un récord: la concentración de CO2 en la atmósfera
debido a las emisiones causadas por los humanos, sobre todo, a base de quemar
combustibles fósiles.
La densidad de este gas de efecto invernadero en la
atmósfera marcó un pico el mes pasado: 421 partes por millón (ppm) medidas por
la Oficina Oceánica y Atmosférica de EEUU, la NOAA, en Mauna Loa (Hawái). Es un
50% más que en la era preindustrial. “La atmósfera se ha adentrado en un
territorio inédito desde hace millones de años”, analizan los científicos que
chequean este indicador.
A mayor concentración, más calor queda retenido en la Tierra en lugar de huir al espacio exterior. Si se mira la media global en todo el planeta, el último dato consolidado es de marzo y llegó a 418 ppm. Justo un año antes, en marzo de 2021, la cifra era 415. El espesor de la costra se acelera desde hace años: en el siglo XXI se han añadido 47 ppm, un 12% de incremento, a un ritmo de 2,2 ppm al año. Entre 1959 y 1999 la tasa anual fue de 1,3.
“La ciencia es irrefutable: el implacable incremento del dióxido de carbono medido en Mauna Loa es un severo recordatorio de que debemos tomar pasos urgentes y serios”, explicaba el jefe de la NOAA, Rick Spinard, al comprobar los registros.
Durante los meses en los que el CO2 crecía en la cima casi virgen del monte hawaiano –y en medio del ascenso del precio de los combustibles– en España aumentaba el consumo de gasolinas de automoción un 9,8% de enero a marzo y el de gasóleo para el mismo uso otro 5%. El gasóleo B de maquinaria agrícola y marítimo descendió un 24%, según los últimos datos de la Corporación de Reservas de Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES). En abril llegó la subvención estatal de 20 céntimos por litro de carburante cuyos efectos en el consumo aún no refleja la CORES.
Ese aumento en la gasolina se traduce en un incremento de
122.900 toneladas de CO2 lanzadas a la atmósfera. En el caso del gasóleo para
vehículos, el aumento ha supuesto 262.900 toneladas de CO2, según los factores
de cálculo del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (Idae).
La caída esos meses del gasóleo agrícola y pesquero equivalen a 344.000
toneladas de CO2.
Muy lejos del umbral de seguridad de 350 ppm
¿421 es mucho? ¿Es poco? Al comenzar a medirse sistemáticamente este parámetro en 1958, el registro en Mauna Loa era de 316 ppm. Cuando la media global superó el umbral de los 400 ppm en 2015, supuso un shock para todos los que vigilan cómo engorda el invernadero planetario.
Años antes, ya en 2007, se había trazado como nivel de
seguridad los 350 ppm. Entonces, el climatólogo de la Universidad de Cornell,
James Hansen, decía que “si la Humanidad desea preservar un planeta similar al
que ha desarrollado la civilización y al que la vida se ha adaptado, la
evidencia científica muestra que la concentración de CO2 debe reducirse de las
385 ppm actuales a un máximo de 350 ppm”. En lugar de bajar, la inundación de
CO2 ha crecido.
La conclusión científica de que los humanos son la causa de este incremento es incontestable. Ariel Stein, director del Laboratorio de vigilancia global de la NOAA
La capa de gases de efecto invernadero acumulados en la
atmósfera atrapó el año pasado un 49% más de calor que en 1990. La medición se
hace con muestras de aire recogidas por todo el globo terráqueo lo que deja
“muy poca incertidumbre” a los resultados. Cada año se lanzan unos 36.000
millones de toneladas de CO2 de los que “una buena parte” va a quedarse
atrapando radiación solar “más de 1.000 años”.
“Nuestras mediciones muestran que los principales gases
responsables del cambio climático siguen aumentando rápidamente, a pesar de que
los daños que causa se hacen cada vez más evidentes. La conclusión científica
de que los humanos son la causa de este incremento es incontestable”, explica
el director del Laboratorio de vigilancia global de la NOAA, Ariel Stein.
Los registros han alertado sobre el acelerón que está
experimentando el metano (CH4). “El incremento en 2021 ha sido el más rápido
desde los años 80 del siglo XX”, explican en la NOAA. Los científicos de la
Oficina apuntan a que puede tener una causa en los microbios liberados desde
humedales alterados por los cambios en las precipitaciones originados por la
crisis climática.
¿Dónde acaba el calor
atrapado?
Y el calor retenido, que es energía, recalienta el planeta y
altera el sistema climático. En España, por ejemplo, ha exacerbado las altas
temperaturas y vuelve más irregulares las precipitaciones: episodios
torrenciales con periodos de sequía más recurrentes y severos. Este año, sin ir
más lejos, se ha experimentado la ola de calor más temprana registrada en la
historia: termómetros récord en mayo.
Una parte de todo ese calor que no atraviesa la atmósfera
espesada por el CO2, el CH4 o el óxido nitroso (N20) se queda en el aire, pero
gran cantidad es absorbida por los mares. Los océanos tragaron en 2021 más
calor que nunca, según ha calculado este equipo internacional. Desde 2018, cada
año bate el pico histórico que se marca el curso anterior.
Lo que cuentan los científicos es que, al romperse el equilibrio
de energía en el sistema planetario, los primeros 2.000 metros de profundidad
de los mares del mundo retuvieron 14 zetajulios más de energía (calor) que en
2020. La energía que utiliza toda la humanidad durante un año equivale,
aproximadamente, a medio zetajulio.
El análisis por zonas marinas “es más relevante si cabe que
el global en lo que a evaluación de riesgos para las comunidades se refiere y
para la adaptación de las sociedades [a los cambios]”.
Mediterráneo: en 2021 batió todas las marcas.
La cantidad de calor oceánico (OHC) fue la mayor de todo el registro histórico.
Este mar ha visto cómo se produce “un marcado aumento de la temperatura” que
brotó en su zona oriental durante las últimas décadas y se ha extendido hacia
el oeste.
Pacífico noroeste: la media entre 2012
y 2021 es mayor que la del periodo 1981-2010. Esta zona del planeta es la más
activa en cuanto a tormentas tropicales (tifones) por lo que, advierten los
científicos, su alteración es muy relevante “para las condiciones
meteorológicas y sociales en el este de Asia”.
Atlántico norte: en 2021, la cantidad
de calor oceánico fue la mayor registrada. A partir de 2000 refleja un
crecimiento sostenido especialmente grave en la zona de la corriente de chorro
que luego afecta al clima de casi todo el hemisferio.
Pacífico norte: muestra un severo
aumento de su OHC desde 1990. “El calentamiento del Pacífico norte es extenso y
llega muy profundo”. Las anomalías de temperatura en 2021 llegaron a 2ºC en
aguas superficiales y 1ºC más allá de los 300 metros con efecto directo en la
frecuencia y extensión de las olas de calor marinas.
Atlántico tropical: El calor absorbido
crece de manera continuada desde 1958. Este calentamiento influye en el número
de tormentas tropicales y huracanes registrados ya que “cuando se dan las
condiciones meteorológicas adecuadas, la energía que sumista ese calor
acumulado incrementa la actividad” de estos fenómenos extremos.
Océanos australes: tanto el Antártico
como las aguas a su alrededor “han sido el gran sumidero de calor extra en el
siglo pasado”. Los mares aquí suponen entre un 30-60% del aumento en la
cantidad de calor oceánico de todo el planeta.
Océano Índico: aunque se detecta un aumento del calor acumulado, las tendencias en el Índico son más irregulares.
“A medida que los mares se calientan, el agua se expande y
sube su nivel lo que obliga a prepararse”, insiste este equipo. Además, los
océanos cada vez más cálidos, “supercargan el sistema climático lo que conlleva
huracanes más poderosos y tormentas más lluviosas”. Lo siguiente son las
inundaciones por avenidas que España conoce bien: 396 personas han fallecido
por ellas desde 1995.
Raúl Rejón. El Diario.es
10. Junio de 2022
https://www.eldiario.es/sociedad/mundo-invernadero-atrapa-vez-calor_1_9062102.html
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